¿Mantenemos la conexión con nuestros/as hijos/as, o la vamos perdiendo según circunstancias o momentos?

María Inmaculada Molina • 2 de octubre de 2022
El orden y las rutinas son necesarios para crear una convivencia estable, en la que el niño/a sienta que tiene la capacidad de hacer cualquier cosa por sí mismo y, además contribuye a que vaya creando una autoestima sana y una gran fortaleza para enfrentar la vida.

A los papás y las mamás nos ayuda a crear un guion en este aprendizaje diario que es llevar hacia adelante una familia, un hogar. Nos da la llave para gestionar de forma eficaz el poco tiempo del que disponemos cada día para realizar las tareas o rutinas básicas y también las establecidas según la necesidad de cada miembro de la familia.

Somos conscientes de que si logramos que nuestro día a día funcione; si logramos que nuestros hijos/as sean capaces de poner y quitar la mesa, ayudar en la cocina, recoger sus juguetes, llevar su ropa al cesto, preparar la ropa y la mochila para el día siguiente… en fin, todas las rutinas que vamos enseñando según la edad del niño/a, vamos a evitar una infinidad de conflictos en nuestro día a día y vamos a ganar tiempo para disfrutar junto a ellos/as. No obstante, lo difícil no es llegar a alcanzar nuestros objetivos, si no mantenerlos.

Puede que haya días en los que los niños/as están más cansados/as y no quieran hacer sus rutinas, o puede que hayan pasado las vacaciones de navidad y la vuelta a la normalidad les esté costando demasiado, o puede que estén empezando a notar sus hormonas alteradas porque están entrando en la etapa preadolescente y se rebelen ante cualquier petición.

En esos momentos, días, situaciones, como padres y madres es difícil mantener la calma y la paciencia, tanto si hemos logrado que exista un orden en nuestro hogar, como si no lo hemos logrado. En ambos casos, probablemente nuestra mente esté obcecada en terminar las tareas para que, tanto los niños/as como nosotros/as, podamos irnos a la cama a descansar para enfrentar un nuevo día con energía. 

Es ahí, cuando nuestra mente se nubla y empezamos a corregir sus acciones. Que si no has quitado la mesa, que si has recogido mal tus juguetes, que porqué todavía no te has lavado los dientes… Sin darte cuenta, entras en una espiral de cansancio y agotamiento que provoca que emplees parte del poquito tiempo que tienes para estar con tus hijos/as, en corregir todo aquello que intentan hacer; desde poner la mesa, como ejemplo de rutina, hasta incluso si se acercan para darte un abrazo, y tú consideras que no es el momento porque hay tareas de por medio.

Como decía al principio, el orden, las rutinas y por supuesto los límites son necesarios en el hogar pero… 
¿Qué hay de crear ese vínculo que va a perdurar con nuestros/as hijos/as durante toda la vida?
¿Cómo conseguimos que nuestros/as niños/as mantengan la alegría y la ilusión en el día a día?
¿Cómo mantenemos todo lo que vamos enseñándoles, sin que nos resulte una carga?
¿Cómo logramos sentirnos satisfechos y felices junto a ellos/as cada día?
¿Cómo disfrutamos a su lado como si nosotros/as volviéramos a ser niños/as de nuevo?

La respuesta es sencilla, y la práctica todavía lo es más: conectando con nuestros hijo/as, siempre antes de corregir cualquiera que sea su comportamiento o acción. 
Prestando atención a los detalles, a cómo se expresan, cómo se comportan. Escuchando atentamente aquello que nos transmiten, sus miedos, sus inquietudes… 

Porque es mucho más importante buscar la complicidad en su mirada, que imponerle normas y rutinas, e incluso tener la capacidad de, en un momento de regañina, mirarlo/a a los ojos, verlo/a y echarte a reír con él/ella. Porque en realidad, tal vez aquello que le estás corrigiendo no sea tan importante como su cara de pillo/a.

Por Inmaculada Molina 23 de diciembre de 2022
La familia es la sangre, los genes, los vínculos, la lucha, la conexión, la compasión, la entrega, el amor; pero también es el dolor, la culpa, la vergüenza, el abandono, la incapacidad, la desesperanza, el desaliento y el temor! Por tanto, la familia es la mayor prueba a la que se enfrenta el ser humano día tras día. El ser humano necesita ser y sentirse libre, por naturaleza, para poder evolucionar y encontrar cuál es su camino en la vida. Pero, ¿de qué depende esa libertad?. ¿De los hijos que tengas, de las cargas que llevas según tu situación, del lugar o las personas con las que compartes tu día a día…? Definitivamente: ¡NO! La libertad depende de cómo está tu mente. Depende, por una parte, de cuántos patrones fijos, de cuántas creencias tengas anudadas en tu cerebro, adquiridas a lo largo de tu vida por la influencia, tanto de tus raíces como de la sociedad, además de las huellas marcadas por las infinitas experiencias vividas. Pero, resulta que todo eso que has ido aprendiendo y viviendo a lo largo de tu vida, no tiene absolutamente nada que ver contigo, porque esa persona en la que te has convertido, realmente no eres tú! Tú eres un ser increíblemente valioso…, capaz de superar cualquier obstáculo. Un ser humano valiente dispuesto a enfrentar cualquier situación, por complicada que sea. Por ello, la libertad también depende de tu fortaleza interior, de esa energía que nace dentro de tí, en lo más profundo de tu ser; en tus entrañas. Es una fuerza inconmensurable que escapa a todo tipo de emociones o sentimientos negativos. Es algo mucho más profundo, mucho más fuerte que lo que se ha “cocido” en tu mente durante tantos años. Es tu esencia, tu luz, tu verdadero yo! ¿Y, entonces? ¿Vas a dejar que la culpa, el abandono, el temor… te impidan valorar, cuidar, amar, y disfrutar de tu familia? ¿O vas a sacar esa fortaleza interior y creer en tí para poder lograrlo? No eres culpable, no eres incapaz… simplemente no sabes CÓMO hacerlo! Tu hijo/a es tu mayor tesoro, y a medida que aprendes a cuidarlo/a, guiarlo/a y educarlo/a es como vas sanando tus propias heridas. ¡SÉ EL CAMBIO! Y muéstrate como ejemplo para tu hijo/a, tu familia.
Por María Elena Flores 15 de octubre de 2022
Recupérate para solucionarlo
Por María Inmaculada Molina 25 de septiembre de 2022
Cuando una mamá o un papá intentan tener el control a la hora de educar a su hijos/as, surgen demasiadas dificultades debido a que tienen la creencia de que son ellos únicamente los que deben controlar la situación y, por consiguiente, intentan a toda costa tener el control absoluto de las acciones de los niños/as. Cuando ejerces control sobre algo o alguien te sientes un líder, capaz de imponer tus ideas, tus convicciones… y, la influencia es demasiado alta si la aplicamos a la familia. Probablemente, en este tipo de situaciones el adulto no conecte consigo mismo, por lo que el trato con los niños se vuelva frío, mecánico… y, como consecuencia, esté dejando de ser espontáneo, alegre e incluso no sea capaz de utilizar el humor con los niños/as; herramienta fundamental para una convivencia sana y feliz. El primer paso, para avanzar en este tipo de situaciones, quizá sea reconocer que esa postura que estás adoptando como papá o mamá te está impidiendo disfrutar de tus hijos/as. El día pasa volando y no eres capaz de salir de esa fase de papá o mamá que no deja hacer a sus hijo/as, simplemente por falta de tiempo, cansancio, porque quieres que todo se haga a tu manera o por costumbre, tal vez. Quizá notes que los niño/as están enfadados, que se rebelan ante cualquier petición, puesto que se sienten sometidos a un mandato, a unas órdenes continuamente. Necesitan experimentar por ellos mismos pero perciben la tensión que hay en el ambiente y no se sienten capaces. Una posible solución a este tipo de situaciones es ofrecer opciones limitadas a los niño/as. Por un lado, estás dejando de lado esa faceta de papá o mamá que ejerce el control absoluto, y por otro, estás involucrando a los niños/as en la elección ante dos opciones, en cualquier situación. Después de ofrecer las opciones, puedes añadir: ¡ “Tú decides”! de forma que sea el niño/a quién experimente la sensación de control, y al mismo tiempo tú, consigas enseñarle y protegerle, dejando atrás tu lado más controlador.
Por María Elena Flores 16 de septiembre de 2022
Las emociones es algo que nos acompaña desde el nacimiento hasta el final de nuestros días. Es un mundo tan complejo como interesante y, para las personas que acompañamos procesos o etapas, como en mi caso la infancia, una guía fundamental para conocer en profundidad al niño y las personas que se encargan de su crianza, Por eso, ser conscientes de las emociones y sentimientos que están atravesando los niños en un momento determinado, nos capacita para abordar la situación de una manera resolutiva y efectiva, no sólo para el adulto sino para el niño, ya que le brindamos la oportunidad de ir conociendo este entramado tan complejo desde sus primeros años de vida. Durante la primera infancia, son los padres y acompañantes del niño los responsables de analizar y determinar que emoción está atravesando, y así transmitírsela. En este momento el diccionario emocional se reduce a 4 o 5 palabras; triste, alegre, furioso, sorprendido, calmado o temeroso, que se irán ampliando alrededor de los 3 o 4 años. Esto es el punto de partida a una educación emocional de calidad, aceptar y validar la emoción que están sintiendo nuestros hijos, en lugar de rechazarla o tratarla con inferioridad. Es muy válido que un niño sienta tristeza cuando ve alejarse a su madre o se quede solo en la escuela el primer día, o que sienta miedo de un cachorro de perro, por ejemplo. Restarle importancia a sus emociones o ignorarlas va a impactar en el desarrollo de su auto estima así como en la relación con sus iguales. A medida que el cerebro del niño se va desarrollando y consigue mayor control de sus impulsos, se van a ir ampliando estos sentimientos hasta alcanzar emociones secundarias o compuestas. Es aquí donde vamos a ampliar nuestro diccionario emocional, siendo muy precisos con el nombre que le damos a cada uno de los sentimientos que están atravesando nuestros hijos, pasaremos a determinar si se siente frustrado o desquiciado, que son dos emociones derivadas de la ira. De esta forma dar nombre y validar las emociones nos va a permitir conectar con nuestros hijos y calmar la situación o redirigirla. E sta manera de educar a nuestros hijos nos va a ofrecer, no sólo tener una relación basada en el respeto, sino que tengan la empatía suficiente para enfrentar su vida social como un ser humano con una calidad excepcional.
Por María Inmaculada 7 de septiembre de 2022
Estás en ese momento en el que intentas hacer balance de cómo ha resultado el verano con tus hijos/as. Habéis disfrutado, habéis reído, habéis jugado, habéis trasnochado, habéis descansado (o no)… pero, probablemente, también hayas acabado desesperada/o, malhumorada/o o exhausta/o. Sea como sea, lo has intentado. Has estado ahí para compartir momentos maravillosos con tus hijos/as, para disfrutar de las pequeñas cosas que os hacen felices, para permitirte ese espacio/tiempo en el que surgen momentos únicos. Una conversación bonita, unas palabras sinceras sobre la arena, sintiendo la brisa del mar, que hacen que sientas la calma junto a tu hijo/a unos instantes. Una reunión con amigos en la que observas lo increíblemente feliz que se muestra tu hijo/a por compartir con diferentes amiguitos/as. Un día sin salir de casa… ¿os habéis atrevido? ¡Jijiji! Te despiertas, pero no te levantas. Esperas a que se despierte tu hijo/a y lo/a llevas a tu cama. Le mimas, le haces un masaje, le cuentas una historia… y al final, te levantas de la cama a “las tantas”. Desayunas casi a la hora de comer, y te olvidas de las responsabilidades, de las rutinas. Únicamente estás presente y sientes en la sonrisa de tu hijo/a, que todo es perfecto. Te van llegando esos recuerdos de momentos vividos y lo comentas con tu hijo/a para transmitirle ese sentimiento de satisfacción, de forma que le animas a que él/ella también te exprese cómo se ha sentido durante las vacaciones de verano. Y la respuesta de tu hijo/a es…, sobre todo, sincera: “Mamá/ papá, eres una mamá/papá muy estricta/o, aunque ha estado bien”. ¡ Alto! ¡Para! ¡¡¡No te estreses, no te enfades, no te derrumbes, no te culpes!!! ¿UNA MAMÁ/PAPÁ MUY ESTRICTA/O? No digas lo primero que se te pase por la cabeza. Intenta aquietar tu instinto, tu cerebro cocodrilo. Respira, bebe un poquito de agua, cuenta hasta diez… y acomódate para realizar esa escucha activa que te va a ayudar a descubrir por qué tu hijo/a piensa que eres una mamá/papá muy estricta/o. Probablemente se crucen distintos pensamientos en tu cerebro humano. Puede que te asalte la creencia de que te pasas el día complaciendo a tu hijo/a y, por eso, sientes que te está faltando al respeto con ese comentario. O puede que pienses que tú tienes razón, que eres mejor que él y creas que eso no es cierto, y que has tenido que hacerlo todo tu sola/o durante el verano y estás sobrepasada/o. Pero, lo que realmente importa es lo que estás a punto de descubrir; la respuesta que vas a escuchar de tu hijo/a, y esa respuesta quizá tenga algo que ver con la forma en que has guiado a tu hijo/a durante el verano. “ Mamá/ papá, te has pasado el verano repitiéndome lo que tengo que hacer, y siempre con una cara que no me gusta, porque parece que estás enfadada/o. Y además, no me has dejado hacer muchas cosas”. Y, en ese momento, tu cerebro hace click y te das cuenta de que te has perdido… ¡has perdido tu propio centro! Has perdido el equilibrio entre la amabilidad y la firmeza con la que solucionas las situaciones, los conflictos en el día a día. Posiblemente, te hayas vuelto demasiado firme porque tu hijo/a ha intentado saltarse las rutinas, los límites, las responsabilidades. Pero, y ¿quién no se deja por hacer la cama un día, ó se come dos helados en un día, en verano? Y, ¿quién no olvida que tenía que hacer la compra, en vacaciones? Es hora de retomar el trabajo, recordando algunos valores como la disciplina para poner en marcha de nuevo las rutinas, o el autocontrol para intentar gestionar nuestro estado emocional en este proceso de cambio hacia la normalidad. Recupera tu centr o, encuentra de nuevo el equilibrio entre la amabilidad y la firmeza en tus palabras, en tus acciones, y practica día a día con tu hijo/a: “Cariño, entiendo que hayas sentido que he sido demasiado estricta/o y quizá me he olvidado de ser más amable. Ahora es tiempo de volver a la normali dad y vamos a comenzar de nuevo con nuestras rutinas diarias, y también vamos a tener en cuenta los límites para volver a crear la armonía en nuestro hogar”.
Por Maria Inmaculada 2 de mayo de 2020
Durante este largo confinamiento mi hija Blanca ha ido experimentando diversos comportamientos. Al principio estaba bastante calmada, sin embargo eso ha cambiado cuando ha ido entendiendo que no va a volver al colegio durante este curso. De repente un día, cuando intentábamos hacer zumba, veo que empieza a correr muy rápido, saltar y se dirige a mí para balancearme. Mientras la observo, le digo que “pare”, me pongo a su altura y le pregunto qué le ocurre. Blanca me responde que está muy nerviosa por la situación y automáticamente se pone a llorar desconsoladamente diciéndome que quiere ver a sus amigos y a su profe, e incluso me pide que haga algo, que hable con el gobierno. Pobrecita! Mientras la acompaño, le explico que es una situación muy compleja y que no depende de nosotras y dejo que se exprese y me diga lo que siente. Ella me transmite que si no va al colegio no es feliz. Al día siguiente, se produce una situación similar y mi hija incluso me dice: “estoy muy enfadada y quiero romper cosas”. Entonces, yo le comento que puede coger un cojín grande que tenemos en casa y dar golpes en un sillón que tenemos en el salón, de forma que pueda exteriorizar esa rabia contenida. Durante unos días, mi hija resuelve de esta forma, sin embargo, observándola veo que esa solución no es suficiente. E incluso, me doy cuenta de que quiere que la deje sola y que no le diga nada en esos momentos. Así que, le comento a Blanca con mucha ilusión que vamos a crear un espacio de tiempo fuera positivo. Le explico que ese espacio va a servir para que, cuando sienta que está enfadada por no poder ver a sus amigos o por cualquier otro motivo, pueda retirarse a él para calmarse. Blanca acepta y automáticamente recoge la ilusión con la que le estoy transmitiendo esta solución tan divertida. Empezamos a construir el espacio, decorando una mesa pequeñita con un mantel muy especial hecho a mano de muchos colores y, con agua, purpurina y corazones, hacemos una botella de la paz que, según Blanca refleja su universo. Después de un rato eligiendo qué va a incluir en su mesa me dice, con la botella de la paz en la mano: “voy a pedir un deseo, bueno, ya está. Estoy contigo, y soy feliz”. Y nos abrazamos con todo ese amor que sentimos. Seguimos construyendo el espacio dibujando un paisaje, el que ella decide, y pintándolo con acuarelas. Cuando está terminado, lo colocamos en la pared y junto a él su mesita especial. Y para mi sorpresa, lo primero que hace Blanca es invitarme a su espacio para compartirlo conmigo y pedir un deseo. No imaginaba lo que podría suponer para mi hija tener su propio espacio; un lugar especial en el que sentirse a salvo. Y, al día siguiente, llega un nuevo momento de frustración y nervios. Antes de poder sugerirle a Blanca que sería mejor que fuera a su espacio de tiempo fuera positivo, ella me dice: “mamá estoy muy nerviosa, me voy a mi lugar especial” Y, al ratito, vuelve tan tranquila ella solita. Después de unas semanas, he encontrado la solución al problema, observando y probando cómo hacer. Realmente, la disciplina positiva te ofrece muchas herramientas para resolver situaciones complejas en el día a día y que los papás no sabemos cómo abordar.
Por José 1 de mayo de 2020
Entender, entendernos, entenderles - ¿qué opinamos de nuestros padres? - ¿cómo nos influye en cómo somos ? - ¿de qué manera nos relacionamos? - ¿percepciones de nuestros padres?. - ¿qué opina tu hijo/a? - ¿qué opinas de tú hijo/a? Neuro... Cocodrilo, Elefante y Humano. Nos centraremos en comprender que Cerebro Cocodrilo, está en todos nosotros, y que tiene una particular forma de funcionar, pero muy común entre todos los mortales, la búsqueda de la supervivencia a toda costa, el encuentro con las sensaciones. El Cerebro Elefante. Emociones y memoria. En el momento de ponerse en el lugar de un Elefantito. Ese Elefantito quiere ir ¿solo o en grupo?, ¿sabe encontrar alimento desde que nace?, ¿se independiza de la madre pronto?, ¿si se pierde de su grupo, lo expresa de alguna forma?, ¿reconocerá a su madre cuando la encuentre? El Cerebro Humano que corresponde al neocórtex y lóbulos prefrontales y es donde se desarrollan los pensamientos. Están los pensamientos, las creencias y valores más elaborados. Aquí es donde se cuece la parte más humana de nuestro comportamiento, y a la vez está intrínsecamente relacionada con las emociones v las sensaciones La realidad de nuestra vida es el espejo que refleja nuestro corazón. "Los acontecimientos que ocurren en la realidad son el resultado de nuestra educación, donde ocurren acontecimientos que sintonizan exactamente con nuestro interior": "la causa que se halla en nuestro interior se hace realidad como efecto". - Aunque para hacerlo habrá que comprender que nos han herido y será necesario aceptarlo. - ¿Quizá todavía no esté preparado/a?. - Es necesario que se acepte a sí mismo/a. Primero uno se perdona a sí mismo. Muchas fichas para jugar un juego determinado: ajedrez sí pero con unos objetivos y planificación, parchís sí con el objetivo de esperar qué pasa si juego y sobre todo la sonrisa del color de tu hija o hijo (quizás lo más interesante). Yo juego!
Por Estela 1 de mayo de 2020
“Es la puerta principal para ayudar a los niños a autoconstruirse; para ello es importante primero observarnos a nosotros mismo y conocernos, para luego poder conocerlos y ayudarlos asertiva mente”. María Montessori La maternidad me llevo a descubrir mi nuevo YO, que todavía no conocía y con el ahora tengo que ser y estar. Quizás lo que más me costo y angustio, fue descubrir esa sombra oscura que desconocía de mí “miedo a no poder amar a mi ser más querido”. Me di cuenta que el matiz de la oscuridad dependía de como me sentía y me encontraba yo en ese momento. Pronto entendí que era transmisora de mis sentimientos, por eso tuve que aprender a buscar y reencontrarme de nuevo con la energía, felicidad y alegría a la nueva situación que me llego como madre. Después de ser madre, muchas veces me resultaba difícil encontrar la conexión con mi hijo de tan solo de tres meses de edad, ya que no sabía que le esta ocurriendo en ese momento de llantos, gritos, desesperación y su espasticidad me provocan frustración y angustia que me perseguía todo el día. Finalmente te das cuenta como madre que algo sucede y no es “normal”. Ahora, que ya han pasado 19 años me pregunto “¿qué es lo normal?”... Pues, que remedio encontré, “ pensar en mi misma” NO era egoísmo, si no que era necesario para amar y acompañar a mi hijo de una manera respetuosa y consciente. ¿Qué me llevo a conocerme? conectar con mi yo y así poder evolucionar en la vida día a día., tuve que ponerme en primer lugar, para luego poder conectar con mi propio hijo, para AMARLO Y RESPETARLO, y así aceptar que cada ser humano es único e irrepetible. Si nos queremos a nosotros mismos podremos dar y recibir AMOR sin prejuicio alguno.
Por Maria Elena 30 de abril de 2020
¿Quién gana y quién pierde? Terminamos de cenar, es hora de empezar a hacer la transición para ir a la cama, eso significa asearnos y ver un cuento o hacer alguna actividad calmada, sin embargo, entre sollozos nos llega una proposición de nuestro hijo, expresándose con su lenguaje de un niño de 22 meses “ Mar, pececito”. Esto significa que quiere ver en la Tablet a su maestra de música cantar la canción del pececito… Antes del confinamiento en casa se consumía muy poca pantalla, por no decir ninguna, pero como casi todas las familias hemos hecho ajustes tras muchos días sin salir de casa. Cuando se presenta una situación así, cuando tu hijo/a te plantea algo con lo que no cuentas, lo primero que te provoca es malestar, incluso enfado o frustración, damos por hecho que han interiorizado unas pautas que seguimos a diario y no damos opción a que el niño puntualmente tenga una necesidad, para ellos los tiempos y los cálculos no existen. Antes de contestar un no rotundo intento reflexionar acerca de qué solución voy a ofrecerle para cumplir con esta necesidad, sobre todo trato de ser flexible, aún sabiendo que la Tablet no es una opción. Entonces con calma me aproximo y le digo: “el tiempo de ver a Mar ya pasó, pero podemos buscar un pez en tu libro y cantar juntos la canción”, rápidamente se levanta de su silla y accede a mi petición. Otra situación que podría haberse dado es negar la opción de ver la Tablet y entrar en lo que llamamos una lucha de poder o el juego de quién gana y quién pierde. Ante la negativa del padre/madre los niños actúan más insistentemente, el tono se eleva, aparecen los llantos y los gritos, pero sobre todo, la posibilidad de ceder por cansancio o por no tener ganas de aguantar el numerito. Si el adulto cede cuando se siente provocado o intimidado por el niño, estos adoptan la creencia errónea de que son tenidos en cuenta cuando toman el rol de “jefe” o poder, mostrando así una actitud desafiante y un sentimiento de vencedor cuando el adulto se muestra alterado. ¿Qué puede hacer el padre o madre que tiene la sensación de estar en una continua lucha de poder? Cuando el niño/a muestra este tipo de comportamientos nos está mandando un mensaje en cubierto, nos está diciendo que necesita sentirse útil y sobre todo, que como padres le demos opciones. Por eso, podemos hacer uso de una serie de recursos con el fin de reducir estas luchas de poder y disfrutar de una relación más armoniosa. Cuando tu hijo te plantee una situación que tú no te esperas, que va en contra de las normas de casa o que incluso sospechas que es más por fastidiar (aunque no sea así), recuerda que su única intención es que respondas a una necesidad que él tiene en ese momento y que no sabe como expresar. Obsérvale y párate a pensar que puede estar necesitando, puede que para ti no sea importante pero para él o ella puede ser un mundo. En ese momento ofrécele dos opciones válidas, hazlo con amabilidad y firmeza, mirándole a los ojos y desde la tranquilidad. Trasládale que entiendes que esté molesto, que tú en su situación también lo estarías pero que es momento de hacer una de las dos opciones planteadas. Acompáñale y muéstrale que te importa. Si además, esto ocurre continuamente y sientes que tu hijo ha adquirido el rol de poder en vuestro hogar, una de las herramientas que podéis utilizar es redirigir su poder positivo pidiéndole ayuda, involucrándole de forma activa en las diferentes rutinas y quehaceres. Otra opción es incluirle en el establecimiento de normas y límites de casa. Pero lo que nunca puedes hacerle es forzarle y sobre todo, lo que nunca debes es rendirte. Es una situación que causa mucho estrés a los padres, pero sobre todo, que causa mucho malestar familiar, es importante que establezcáis entre todos los miembros las normas y reestructuréis los roles para alcanzar una convivencia armónica. Por último recordarte que la única intención de un niño/a que tiene el poder equivocado es obtener atención de sus padres para que lo incluyan y le den opciones.
Más entradas
Nuevo botón
Share by: